LA VEJEZ EN YUCATÁN: ENTRE LA CARENCIA Y EL OLVIDO

En Yucatán, envejecer se ha convertido en una etapa llena de desafíos más que de descanso. Para miles de personas mayores de 60 años, la vida continúa con cargas familiares, tareas domésticas y sin la certeza de una pensión que les permita sostenerse. En lugar de ser beneficiarios de un retiro digno, muchos se convierten en el sostén económico y emocional de sus familias, en un entorno donde la ayuda institucional es escasa y las necesidades son cada vez más apremiantes. Cocinan, pagan cuentas, cuidan a los nietos y, en muchos casos, incluso prestan dinero a sus familiares.

El envejecimiento en el estado avanza más rápido que el promedio nacional. Actualmente, el 14% de la población yucateca supera los 60 años, una cifra superior al promedio del país. Sin embargo, esta transformación demográfica ocurre en un contexto de políticas públicas insuficientes, abandono estructural y desigualdad persistente. De acuerdo con un estudio de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), apenas el 35% de las personas mayores tiene acceso a una pensión laboral; el resto depende de ayudas estatales, apoyos familiares o redes comunitarias, si es que cuentan con ellas. En municipios del interior, la situación es aún más grave.

Un fenómeno alarmante que destaca en este contexto es la llamada “transferencia inversa”, donde los adultos mayores, lejos de ser cuidados, terminan cuidando. La doctora Gina Villagómez Valdés, investigadora de la UADY, explica que muchas mujeres viudas o solas siguen a cargo del hogar, gestionando recursos y proporcionando apoyo emocional y económico a sus familias. Esta situación se ve reflejada especialmente en colonias como Itzimná, La Huerta y Jardines de Mérida, donde la figura de la abuela-madre-cuidadora es central para la vida cotidiana de las familias.

A esta carga emocional y laboral se suman los gastos de salud: desde medicamentos hasta sillas de ruedas, glucómetros o pañales. La falta de regulación convierte a la vejez en un negocio para algunos sectores, mientras que para quienes la viven, es sinónimo de gastos sin fin. Las mujeres, que viven en promedio más años que los hombres, enfrentan también una vejez más prolongada en condiciones de pobreza, viudez o dependencia. Ante este panorama, las investigadoras proponen políticas públicas integrales que reconozcan a los adultos mayores como sujetos activos, con derecho a una vida digna, movilidad, servicios de salud adecuados y redes de cuidado con perspectiva de género.

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