La tensión en Medio Oriente escaló a un nuevo nivel luego de que el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, confirmara un operativo militar que destruyó varias instalaciones nucleares en Irán. El anuncio, hecho el sábado por el propio Trump, generó una fuerte reacción del gobierno iraní, que calificó el ataque como una agresión directa contra su soberanía y advirtió que tomará represalias contra las bases militares estadounidenses presentes en la región.
El mandatario estadounidense afirmó que los bombardeos fueron exitosos y que causaron daños severos en los sitios atómicos de Isfahán, Natanz y Fordo. Las imágenes satelitales, según Trump, confirmarían una “destrucción total” de las instalaciones. En su discurso, exigió a Irán el cese inmediato de cualquier actividad hostil y amenazó con intensificar los ataques si no se cumplen sus condiciones. Incluso llegó a insinuar un posible cambio de régimen, recurriendo a su conocido lema ultraconservador adaptado a la situación: “¡MIGA!”.
La respuesta de Teherán no se hizo esperar. Un asesor cercano al líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, aseguró que Estados Unidos “ya no tiene cabida” en la región y advirtió que sus bases militares serán consideradas “objetivos legítimos”. Al Akbar Velayati, citado por medios oficiales iraníes, fue tajante al declarar que su país tomará medidas contundentes si continúa la agresión, adelantando que las represalias serán proporcionales a los daños sufridos por sus instalaciones nucleares.
Aunque las autoridades iraníes descartaron que los ataques representen un riesgo de radiación para la población, la destrucción de sus plantas atómicas ha sido interpretada como un intento de frenar sus capacidades estratégicas. Analistas internacionales temen que esta escalada pueda derivar en un conflicto armado de mayor alcance, en una región ya marcada por décadas de tensiones. La comunidad internacional, por su parte, ha comenzado a hacer llamados a la moderación, mientras la amenaza de una guerra se hace más real.