Yucatán registró una de las inflaciones más altas del país en enero de 2025, alcanzando un 4.6 por ciento, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Esta cifra coloca al estado por encima de la media nacional y en niveles similares a los de Colima (4.7 por ciento), Quintana Roo (4.5 por ciento), Baja California (4.3 por ciento) y Veracruz (4.3 por ciento). En contraste, las entidades con menor inflación fueron Baja California Sur (2.2 por ciento), Tlaxcala (2.3 por ciento), Morelos (2.8 por ciento), Sonora (2.9 por ciento) y Chiapas (2.9 por ciento), lo que refleja la desigualdad en la presión económica que enfrentan los hogares del país.
El incremento en los precios ha impactado directamente en productos y servicios esenciales, lo que ha provocado un fuerte golpe al poder adquisitivo de las familias yucatecas. Los rubros con mayores aumentos incluyen loncherías, fondas, torterías y taquerías (0.063 por ciento), gasolina de bajo octanaje (0.049 por ciento) y pollo (0.04 por ciento). Por otro lado, algunos productos mostraron una ligera reducción en sus costos, como el transporte aéreo (-0.137 por ciento), el jitomate (-0.105 por ciento) y la cebolla (-0.029 por ciento), aunque estos descensos no han sido suficientes para mitigar el impacto general del alza de precios.
Los servicios también han experimentado aumentos significativos, destacando la electricidad con una variación anual del 4.32 por ciento, lo que representa un incremento mayor al del mes anterior (2.65 por ciento). Además, la gasolina Magna subió un 7.7 por ciento y el gas LP tuvo un ajuste del 11.37 por ciento, aunque menor al registrado en diciembre (13.69 por ciento). Estos incrementos han elevado los costos de vida en la entidad, afectando a miles de ciudadanos que dependen de estos insumos para sus actividades diarias.
Según la asociación México ¿Cómo Vamos?, este aumento en los precios ha repercutido principalmente en los productos de primera necesidad, generando una pérdida de poder adquisitivo en los hogares. Ante esta situación, muchas familias han tenido que reducir sus gastos, priorizando alimentos y servicios básicos y buscando alternativas más económicas para enfrentar la inflación. Este fenómeno ha llevado a un ajuste en los hábitos de consumo, con un menor gasto en bienes no esenciales y una creciente demanda de productos más accesibles.
El impacto de la inflación también se ha reflejado en el endeudamiento de la población. De acuerdo con la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), el 27.3 por ciento de las personas con créditos han tenido retrasos en sus pagos, con una diferencia entre géneros: el 26.1 por ciento de las mujeres y el 28.5 por ciento de los hombres han reportado dificultades para cubrir sus compromisos financieros. Este aumento en la deuda familiar, sumado a las altas tasas de interés, podría derivar en una crisis económica personal y un deterioro en la calidad de vida de los ciudadanos.